El máximo de lo mínimo
28 de enero de 2022
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Después de la victoria del equipo argentino frente a Chile, y su buena perfomance en las eliminatorias sudamericanas, surge el interrogante sobre si su actual rendimiento alcanzará para seguir festejando en el Mundial de Qatar.
La Selección no deja de dar examen tras examen y en ese contexto lo consumado en Calama debe de ser valorado sin reservas, aunque persista una insuficiencia que llegará hasta que la pelota empiece a rodar en Qatar: ¿alcanzará la versión de una formación imbatible en Sudamérica para dar un puñetazo en la mesa de los colosos europeos?
A falta de respuestas de satisfacción garantizada, es justo quedarse con el vaso medio lleno.
Aun cuando Chile es la sombra del que fue, haber ganado y exorcizado los fantasmas de la altura de Calama, el oxígeno mezquino y demás, sin su mejor defensor (Cuti Romero) y sin su mejor delantero-mago-genio, como se le llame a Lionel Messi, supone un mérito que a riesgo de volvernos machacones merece la pena que se reponga cuantas veces sea necesario: la conquista de un piso alto.
¿Qué representa un piso alto? Nada más ni nada menos que una estructura, un rodaje cercano al célebre "juegan de memoria" y una mentalidad que rara vez sufre mella.
Rara vez o acaso nunca a juzgar por las presentaciones de 2021, la Copa América, el periodo post Copa América y el cercano debut en el mismísimo año del Mundial.
¿Es esta Selección que lleva 28 partidos invicta una abonada a las prestaciones de 9 o 10 puntos?
Hasta donde se sabe, no, pero habrá que explorar los archivos a fondo para encontrar jornadas de 3 o 4 puntos?
Es cierto, más allá del fastidio de Rodrigo De Paul cuando le formularon la pregunta en la conferencia de prensa, que una mirada severa detecta "ráfagas", léase ciertas caídas de tensión, pero no es menos cierto que por lo menos en el área sudamericana esos baches son afrontados con apreciables recursos que facilitan atravesarlos sin grandes perjuicios.
Además, en tren de subrayar la perspectiva optimista, el paso por Chile entregó un par de nombres capaces de fecundar la oportunidad de mostrar sus atributos con vistas al trascendente momento en que Lionel Scaloni y sus ayudantes armen la lista del plantel que irá al Mundial.
A la cabeza, Lisandro Martínez: el entrerriano que defiende la casaca del Ajax puso de relieve solvencia en la gestión que más lo atañe, la de defender, pero se notó sobrado para una salida clara en el pase que, llegado el caso, también podría ser empleada en el medio campo.
Después, Alejandro Gómez, el tal Papu, uno que sin hacer cosas excepcionales dio la cara en el rol de enganche, conductor, nexo y para botón de muestra baste subrayar que sus mejores momentos (sobremanera en el primer tiempo) se correspondieron con los mejores momentos de la Albiceleste.
Por último, o para empezar, se deja ver una arista que anhela y persigue todo equipo que se precie de respetable en la alta competencia: Argentina sabe interpretar los diferentes momentos del partido, asimilar las alternancias, sembrar en los fragmentos de venturosa comodidad y resistir la marea baja.
Así las cosas, el romance de la Selección y la esperanza en gozar de acontecimientos mayúsculos andan en plena y extendida luna de miel.